miércoles, 21 de julio de 2010



Desde la roca más alta,observaba el abismo que tenía frente a ella. A sus espaldas el sol se retiraba a sus aposentos a descansar.
La brisa se hacia cada vez más fresca,el aroma a sal se apoderaba lentamente de su cuerpo,de su mente,de su pelo... al final del abismo,su amigo,su confindente,su amor más puro: el mar.


Reapariciones,heridas que vuelven a abrirse.



Volcó sus sentimientos en un papel. Ahí lo tenía,entre sus manos,lo miraba sin ver,allí estaba su corazón,o gran parte de él.
Comenzó a sentir que la hoja se volvía cada vez más cálida,tanto que llegaba a quemarle,tanto que sus actos reflejos hicieron que la dejaran caer.
Lentamente la brisa se la fue apoderando, la llevaba por donde quería...como él mismo hacia con ella,con su corazòn. Levantaba vuelo y luego caìa de una manera abrupta,hasta que el mar la tomó... y la tinta se fue diluyendo fusionándose con el agua.

Ahora las palabras eran garabatos,los sentimientos se hundian.


Quedó vacía por un instante.

Más de una vez pensó en seguir el camino de la hoja,en tirarse desde esa roca que hoy la alejaba de su amor,y fusionarse con el también,y nadar hasta que no le quedara aire,hasta que su piel se arrugase.
Ese instante se hizo eterno, hasta que una gota se posó en su frente. El cielo comenzó a llorar...


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Pintura: William Ritschel.

1 comentario:

  1. cómo una gota basta
    para purificarse
    cómo unas nuevas letras
    atraen lo que parecía perdido
    cómo no hay tinta indeleble
    salvo que la surge de lo más recóndito del pecho
    de tu pecho
    profundo
    y cálido

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