viernes, 9 de noviembre de 2012







Y entonces,cuando pensó que todo estaba perdido, sintió una cegadora luz que le impedía concentrarse, que le pedía a gritos salir. Olía aromas que nunca antes había percibido, el viento que entraba por la ventana jugaba con su pelo sin permiso.
Ya se había sentido de esa forma, pero el sentimiento era tan añejo, que no recordaba como reaccionar. Se puso su vestido a lunares, se ató el pelo, apagó su conexión con el mundo y  puso un disco de The beatles.
De repente, casi sin notarlo, allí estaba, desparramando palabras, con cierta rapidez, como si tuviese miedo de que ese sentimiento se esfumase y no volviese. Siempre creyó tener el poder, sobre su mente, sobre sus acciones, sobre su corazón. Y allí estaba, tratando de controlar ese impulso que hace tiempo no sentía.
Las melodías la envolvían, no quería cantar, pero no podía controlarse.
Miraba sus manos moverse con entusiasmo, ellas sabían muy bien lo que tenían que hacer aunque su mente estaba perdida, ya nada dependía de ella, las cosas seguían su curso natural, y la música no dejaba de sonar, una y otra vez.
Se detuvo por un instante, se pegó a los parlantes y cantó como si nadie la oyera, como si nada importara.
Miró hacia afuera y unos rayos de sol se estaban asomando tímidamente, aunque aún persistía el olor a lluvia, el olor a calma después de la tempestad, la calidez de una tarde de viernes. Hoy no había ataduras, no había rutinas, no había limites.

Todos somos lo mismo,¿ lo mismo es todo? el orden de los factores altera el producto.



¿Volver al comienzo, o volver a empezar?

Recordó que cuando el impulso llego, estaba mirando una película que dejó por la mitad.
No le gustan los términos medios, pero tampoco le gustan los finales.
No le gusta hablar de lo que no le gusta.

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